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domingo, 16 de agosto de 2009

Mi"¿por qué?"y yo


Me está desbordando un “¿por qué?”. Cuando era pequeñito y monísimo vivía en mi espejo. Yo también era pequeñita y monísima. Pero, un día que me miré por fin de frente y espalda, el “¿por qué?”, juguetón, dio un brinco, salió del espejo y trepó hasta mis hombros. De esto hace más de treinta años y, desde entonces, vivimos juntos en revoltosa camaradería. El problema es que ya no es un “¿por qué?” pequeño, blandito y zalamero como era entonces. Ya saben ustedes lo que ocurre con estas cosas: con el tiempo y mis cuidados ha crecido hasta convertirse en un “¿por qué?” grandote, cachazudo y algo torpe que va ocupando cada vez más espacio. Come muchísimo, sufre un acusado sobrepeso y cada vez necesita alimentarse más y más, y todos saben también a cuánto está el trigo y el arroz. Lo saco a pasear para que haga sus cosas, pero siento que es mi “¿por qué?” el que me lleva a mí, a rastras por las aceras. Trato de asirme a las rejas de las ventanas pero él ni se da cuenta y tira y tira de mí hasta descoyuntarme las articulaciones del alma. La gente nos mira y se asombra a nuestro paso: “Mira, qué “¿por qué?” tan enorme ha sacado a pasear a esa chica”. Y me tienen un poco de compasión y les da un poco de risa. A mí también me da risa verme atravesar charcos sin botas de agua, a remolque de un “¿por qué?” mastodonte tan poco fino. Un día oí un ruido brutal, como de explosión en un camarote. Me temí lo peor y fui corriendo a mi cuarto. Allí estaba, mi formidable “¿por qué?”, se había subido a mi cama y la había aplastado. Le reñí severamente y le advertí que la cama no es lugar para que duerman los “¿por qués?”. Entre otros motivos porque los “¿por qués?” no duermen nunca, están siempre remoloneando, husmeando por huecos y superficies, enturbiando aguas y dejando pelos y pulgas por todas partes, pero no duermen, y menos en la cama, que es donde engordan varios kilos cada vez que se tumban, de noche, al lado de su dueño, si es que él se lo permite. Estoy realmente preocupada. Ha crecido tanto que ya no cabe en el patio, y no hay otro sitio donde bañarlo, y tengo que hacerlo porque mi “¿por qué?” va recogiendo polvo y miserias por donde pasa y se le pega a la piel y de su piel pasa a la mía y de allí a mi ánimo y gasto más en agua que en comer. Se me ha ocurrido buscar en la Red alguna institución benéfica que albergue “¿por qués?” abandonados, aunque la conciencia me vapulea cuando hago este tipo de planes y me duele algo dentro y me pican las ronchas del corazón y no sé qué hacer. Después de todo, mi “¿por qué?” no está huérfano. Yo iría a visitarle de vez en cuando, pero estarán de acuerdo conmigo en que es más cómodo y llevadero ir a visitar un “¿por qué?” que tenerlo siempre en cuestas, arrastrando por la moqueta del salón sus veinte toneladas de incógnitas. Sí, sería bueno para los dos. A veces pienso que cualquier día, al volver a casa, me encontraré a mi “¿por qué?” expandido como una niebla de plomo, conquistándola toda, hasta el último rincón, como la Alicia de Carroll cuando se le fue la mano y el diente comiendo hongos. ¿Qué haré entonces? ¿Qué haré cuando mi “¿por qué?” me eche de mi casa y de mi vida, de mi esperanza?

En fin, esta noche pondré un anuncio en el periódico. Quizás a alguien le interese este “¿por qué?” ocupatodo al que se le va poniendo cara de universo. Todavía no ha perdido la costumbre de traer las zapatillas y el periódico a su dueño y yo sé que hay gente rara y filósofa que se encariña con casi nada. Si a alguna buena persona se le ocurre otra solución, le ruego que se ponga en contacto conmigo en el número de teléfono que indico en el anuncio. Y, si alguien tiene una “respuesta”, aunque no sea tan grande, aunque sea pequeña, blandita y zalamera, aunque esté a medio hacer y haya que alimentarla y bañarla y sacarla a pasear por las aceras y los charcos para que crezca y se haga obesa y remolona, si alguien la tiene, por favor, le agradecería que hagamos un trueque; yo le doy mi “¿por qué?” a cambio de su “respuesta”.

A ver si así, de una vez por todas, consigo quedarme a solas, conmigo y con la paz.

Autor:Ana Marquez. Blog:Con el tiempo en mis brazos. http://coneltiempoenmisbrazos.blogspot.com

2 comentarios:

Ana Márquez dijo...

:-) Te quedó muy bien. Sigo teniendo mis dudas sobre si es un texto apropiado para niños, pero si a ti te gusta, adelante.

Hablando de niños, tengo aquí ahora mismo a mi sobrina de siete años y no me deja escribir más. Me exige toda mi atención :-D Un abrazo y gracias.

A.L.Zarapico dijo...

Niños, a lo mejor no, pero creo que el mensaje les irá muy bien a los jóvenes, un saludo.